"Algunos de los fariseos le preguntaron a
Jesús: "¿cuándo vendrá el Reino de Dios? " Jesús respondió: "el
Reino de Dios está viniendo, pero no de una manera que ustedes puedan verlo. La
gente no dirá: '¡Mira, el Reino de Dios está aquí! ' o ' ¡ Ahí está! ' No, el
Reino de Dios está aquí con ustedes. "1]
Pero, efectivamente, no podían verlo, estaba
velado por carne humana delante de Sus propios ojos. El Reino de Dios no es un
lugar físico, aunque ocupa lugar, ni es un país imaginario, sino un reino más
elevado de la realidad, imperceptible para el hombre natural, pero seguramente
aprehensible a través de los medios y términos designados por Dios.
El "Reino de Dios" se refiere más
bien al ámbito de Su dominio, a la majestuosidad de Su soberanía, a lo absoluto
de Su autoridad indiscutible.
Se refiere a lo pleno de Su diversidad personal y a lo pletórico
de Su unidad, a la exuberancia de Su torrencial amor, a la magnificencia de Su
benevolencia, el esplendor de Su vigoroso, armonioso y congruente carácter, a la
extrema belleza de Su libremente elegida rectitud, a la brillantez espléndida
de Su ilustración, a la profunda agudeza y humilde disposición de Su sabiduría,
a la palpitante sinergia y melodiosa sinfonía de la siempre emergente
creatividad de Su poética artesanía, a lo asombroso de Su majestuosa presencia,
a la esplendorosa gloria de Su dignidad y al gallardo porte del Rey del Universo.
También se refiere a la sorprendente impronta de Su omnipotencia única, la asombrosa maravilla de Su
respetuoso gobierno que corta el aliento, a la misteriosa paradoja de Su
humildad sublime, a la inesperada dimensión de Su siempre presente espiritualidad,
al honorable proceder de Su asombrosa encarnación, su inocente dolor libre y
voluntario por amor a nosotros, a su generosa muerte para abrirnos la puerta de
la esperanza en la mazmorra de la desesperación y desesperanza en que nos encontró, a la vibrante victoria de su resurrección.
Se refiere a la ingeniosa, inteligente y misericordiosa
ocultación de todo esto detrás del ser humano que estaba ante sus velados ojos
y cuyo nombre era Jesús, el embajador de Dios vestido de pobreza, sin humana
licencia de algún tipo para demostrar lo que iba a decir, ningún ejército para
protegerlo o demostrar que era Aquél que esperaban.
La gente sencilla le creería,
pero ¿quién de la clase alta se atrevería a arriesgar su posición con el fin de
identificarse con este sencillo carpintero, cuyos propios hermanos no creían en
él; polémico Mensajero del Cielo vestido con tierra real, fácil de despreciar,
negar o ignorar a causa de Su humanidad sin levadura, tan real como cualquier
otro ser humano.
¿Cómo puedes adivinar o ver a través de él la
gloria de la alteridad (otredad) y la ocultación de Dios que acabamos de
describir?
¿Qué es entonces necesario -supongo que algunos
humildes de la multitud habría preguntado-, para entrar y pertenecer a este
reino de Dios, para ver detrás del velo y en realidad para morar allí?
Esta es la misma pregunta que Nicodemo,
prominente fariseo, pensó; (y muchos de nosotros probablemente hemos preguntado
en nuestras vidas por lo menos una vez), acercándonos de noche a Jesús,
tratando de que nadie se dé cuenta.
Jesús respondió: Del cielo vosotros debéis
nacer, no de la carne, ni de la sangre, sino de Dios debéis nacer.2] A otros tantos Juan el Bautista 3] y Jesús
mismo predicaría: "Arrepentíos, [Trascended vuestra mentalidad, cambiadla porque
el Reino de los cielos está cerca". 4]]
Desafortunadamente, la palabra arrepentirse no
parece llevar el significado completo de la palabra griega de la que se traduce y que
es "meta-noia", la cual no sólo significa un cambio de mente, sino también
trascenderla, ya que la palabra meta también significa más allá, como se puede
ver en la palabra metafísica que significa más allá de la física.
Así tanto Nicodemo como el resto de nosotros a quiénes el Reino de Dios se presenta tan próximo, no sólo debemos cambiar nuestra manera natural de mirar la realidad, sino también
trascenderla por la fe y así entrar en el lugar de la morada del Altísimo Dios como
bebés recién nacidos en relación filial con Él Quién vive, imponente, poderoso
Dios del universo a través de Jesucristo Su Hijo eterno.
¿No podría esto ser esto lo que entrar en el Reino de Dios significa?
1] (Lucas 17:19-21)
2] Mi Paráfrasis de Juan 3:3-8
3] Mt, 3:2
4] Mt. 4:17