Es
tan sorprendentemente bella, tan exquisitamente intrincada y
confeccionada, tan inesperadamente ordenada, sincrónica y armoniosa
la creación que no es difícil al detenernos en su detalle el
confundirlo ingenuamente con su Diseñador.
Aunque
parece inocuo, inofensivo, su resultado es tan trágico como
confundir al arroyo con la fuente, a la foto con la persona, al signo
con el significado y a la forma con el contenido; conduce al error y
a la desproporción.
De
allí viene la confusión entre la magia y la religión verdadera. Es
decir el conferirle poder a las personas, o cosas es magia, no
religión. La religión verdadera le confiere todo el poder a Dios.
Sin embargo la magia religiosa y sincrética mezcla los dos conceptos
al grado de confundir a la fuente de poder con su conductor, o con su
punto de contacto. Esto es tan erróneo como pensar que la verdadera
electricidad es el receptáculo o el foco, sólo porque éste último
recibe el efecto de la iluminación.
Tristemente
lo hacemos a diario y pocos reparan en ello. Sin embargo recuperar la
perspectiva correcta es recuperar la vida: la fuente, la persona, el
significado y el contenido… ¡al Diseñador!
Esto
es de vital importancia ya que de no tenerlo claro bien pudiéramos
pasarnos la vida ocupados con las apariencias y dejando a un lado la
realidad.
¡Es
urgente retomar la Chispa, la Antorcha que ilumina la vida!
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