"¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín"
(Judas 1:11, La Biblia)
Caín significa “adquirir”. ¨Para una vida así enfocada hasta el dar es para adquirir, por eso le desagradó a Dios su dar, porque no lo era, era un engaño. Nunca quiso dar lo sustancial, sólo lo externo y visible, nunca el centro de las decisiones, es decir el corazón, sólo las sobras del trabajo “del fruto de la tierra una ofrenda” y no “las primeras y mejores crías del rebaño” como Abel, su hermano.
A su ver Dios no se merecía nada mejor, y por supuesto lo guardó para sí mismo. Su hermano le era molesto pues era un recordatorio de su equivocada valoración de la vida, y para librarse de él, erradicó su presencia, su rostro de la tierra.
Caín cumplía con la religión, pero no era espiritual. No le importó la promesa que Dios le había dado a su madre Eva que “su descendencia… te herirá la cabeza (dijo Dios al Maligno Gen. 3:15) cuando tú hieras su talón” y él, Caín, era el primer descendiente de Eva. Ese alto llamado significó prácticamente nada ante el priorizar terrenal y ególatra de la cosmovisión de Caín. Lo único que le importaba parece no haber tenido conexión con su comisión espiritual.
La advertencia está dada en estos pasajes bíblicos para que no cometamos el mismo error de valoración en la actualidad. Pero ¿será que estamos tan inmersos en este estado que ni siquiera alcanzamos a escuchar la señal de alarma que toca esta trompeta?