"...pero la falta de espíritu es también desesperación. Carente de toda orientación espiritual, el filisteo permanece en el dominio de lo probable, donde lo posible encuentra siempre un refugio; el filisteo no tiene de este modo ninguna probabilidad de descubrir a Dios. Sin imaginación como siempre, vive en una cierta suma trivial de experiencia sobre la marcha de los acontecimientos, los límites de lo probable, el curso habitual de las cosas, ¡y qué importa que sea vendedor de vinos o primer ministro. De este modo el filisteo ya no tiene ni yo ni Dios. Pues para descubrir al uno u al otro es necesario que la imaginación nos sustente por encima de los vapores de lo probable, nos arranque de ellos y, haciendo posible aquello que sobrepasa la medida de toda experiencia, nos enseñe a esperar y temer o a temer y esperar. Pero la imaginación del filisteo no puede hacerlo, no quiere hacerlo, lo detesta. Aquí, pues, no hay remedio. Y si la existencia le ayuda a veces a golpe de horrores, yendo más allá de su trivial sabiduría de loro, desespera, es decir que entonces se ve bien que su caso era desesperación y que le falta lo posible de la fe para estar en condiciones de salvar su yo de su pérdida segura, mediante Dios. Fatalistas y deterministas, sin embargo, tienen la suficiente imaginación para desesperar de lo posible, y bastante posible para descubrir en ellos su ausencia. Pero al filisteo lo trivial le tranquiliza y su desesperación es la misma, marche todo bien o mal. Fatalistas y deterministas carecen de posible para suavizar y aquietar, para atemperar la necesidad; y ese posible que les serviría de atenuación, falta al filisteo como un reactivo contra la ausencia de espíritu. Su sabiduría, en efecto, se vanagloria de disponer de lo posible y haber encerrado su inmensa elasticidad en la trampa o en la estupidez de lo probable; cree haberla captado y nuestro filisteo la pasea en la jaula de lo probable y la muestra a la ronda y se cree su dueño, sin pensar que él mismo se ha cautivado de ese modo, se ha hecho esclavo de la estupidez y el último de los parias. Y en tanto que aquel que se descarría en lo posible lleva la audacia de la desesperación, y que quien no cree más que en la necesidad, desesperado se crispa y se magulla en lo real, el filisteo, en su estupidez, triunfa." p. 62-63
martes, 19 de abril de 2016
Los Perdidos en el Fatalismo o Determinismo. (Kierkegaard, Sören, Tratado de la Desesperación)
“Carecer de posible
significa que todo se nos ha hecho necesidad o trivialidad. El determinista, el
fatalista son desesperados que han perdido su yo, puesto que para ellos no
existe más que la necesidad. Les sucede la misma aventura que a aquel rey que
murió de hambre porque sus alimentos se transformaban en oro. La personalidad
es una síntesis de posible y de necesidad. Por lo tanto, su duración depende,
como la respiración (respiratio) de una alternancia de aliento. El yo del
determinista no respira, pues la necesidad pura es irrespirable y asfixia
fácilmente al yo. La desesperación del fatalista consiste en haber perdido su
yo, habiendo perdido a Dios; carecer de Dios es carecer de yo. El fatalista no
tiene Dios, o dicho de otro modo, el suyo es la necesidad, pues siéndole todo
posible, Dios es la posibilidad pura, la ausencia de necesidad. Por
consecuencia, el culto del fatalista es a lo sumo una interjección y, por
esencia, mutismo, sumisión muda, impotencia para rogar. Rogar es todavía
respirar, y lo posible es al yo como el oxígeno a nuestros pulmones. Así como
no se respira el oxígeno o el nitrógeno aislados, tampoco el hálito de la
plegaria se alimenta aisladamente de posible o de necesidad. Para rogar es
preciso un Dios o un yo -y lo posible”.[1]
domingo, 17 de abril de 2016
El que se Pierde en Posibilidades
"Aunque le desagrade a
los filósofos; la realidad no se une a lo posible en la necesidad, sino que es
esta última la que se une a lo posible en la realidad. Tampoco es por falta de
fuerza, al menos en el sentido ordinario, por lo que el yo se descarría en lo
posible. Lo que falta es, en el fondo, la fuerza de obedecer, de someterse a la
necesidad incluida en nuestro yo, a lo que puede llamarse nuestras fronteras
interiores. La desgracia de un yo semejante tampoco reside en el hecho de no
haber llegado a nada en este mundo, sino en no haber adquirido conciencia de sí
mismo, de no haber percibido que ese yo es el suyo, un determinado preciso y,
por lo tanto una necesidad. En lugar de esto, el hombre se ha perdido a sí
mismo dejando que su yo se refleje imaginariamente en lo posible."
KIERKEGAARD, Sören. Tratado de la Desesperación p. 55 Grupo Editorial Tomo
miércoles, 13 de abril de 2016
martes, 12 de abril de 2016
KIERKEGAARD, Sören; Tratado de la Desesperación
"Carecer de infinito disminuye y limita desesperadamente. Y no se trata aquí, naturalmente,
más que de estrechez e indigencia morales. El mundo, por el contrario, no habla más que de
indigencia intelectual o estética, o de cosas indiferentes, de las cuales siempre se ocupa mas;
pues precisamente su espíritu está en dar un valor infinito a las cosas indiferentes. La
reflexión de las gentes se prende siempre a nuestras pequeñas diferencias, sin preocuparse
como correspondería de nuestra única necesidad (pues la espiritualidad consiste en
preocuparse de ella), y por tal razón no entienden nada de esa indigencia, de esa limitación
que es la pérdida del yo, perdido no porque se evapore en lo infinito, sino porque se encierra
a fondo en lo finito, y porque en lugar de un yo, no deviene más que una cifra, otro ser
humano más, una repetición más de un eterno cero.
La limitación aquí donde se desespera, es una carencia de primitivismo o consiste en que
uno se ha despojado, en que uno se ha castrado en lo espiritual." (p. 51-52)
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