“Carecer de posible
significa que todo se nos ha hecho necesidad o trivialidad. El determinista, el
fatalista son desesperados que han perdido su yo, puesto que para ellos no
existe más que la necesidad. Les sucede la misma aventura que a aquel rey que
murió de hambre porque sus alimentos se transformaban en oro. La personalidad
es una síntesis de posible y de necesidad. Por lo tanto, su duración depende,
como la respiración (respiratio) de una alternancia de aliento. El yo del
determinista no respira, pues la necesidad pura es irrespirable y asfixia
fácilmente al yo. La desesperación del fatalista consiste en haber perdido su
yo, habiendo perdido a Dios; carecer de Dios es carecer de yo. El fatalista no
tiene Dios, o dicho de otro modo, el suyo es la necesidad, pues siéndole todo
posible, Dios es la posibilidad pura, la ausencia de necesidad. Por
consecuencia, el culto del fatalista es a lo sumo una interjección y, por
esencia, mutismo, sumisión muda, impotencia para rogar. Rogar es todavía
respirar, y lo posible es al yo como el oxígeno a nuestros pulmones. Así como
no se respira el oxígeno o el nitrógeno aislados, tampoco el hálito de la
plegaria se alimenta aisladamente de posible o de necesidad. Para rogar es
preciso un Dios o un yo -y lo posible”.[1]
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