La Apología de Sócrates[1]
es un cuadro conmovedor que revela la sólida fundamentación y congruencia en la
vida del famoso filósofo, que Foucault destaca desde el texto griego en la
palabra “básanos” o “piedra de toque”… (piedra negra que se utiliza para probar
la autenticidad del oro examinando la línea dejada sobre la piedra cuando es
tocada por el oro en cuestión), que pone a prueba el grado de acuerdo entre la
vida de una persona y su principio de inteligibilidad o “logos”. [2]
Dicha postura en la vida revelaba inmediatamente “la naturaleza de la
relación entre logos y bios de aquellos que entran en contacto con él”[3].
Congruencia de lo interior con lo exterior.
Menciona Foucault que los griegos llamaban “Mousikos anér” o persona
fiel a su inspiración (musas) a la persona que lograba armonizar su
interioridad con su exterioridad y el caso de Sócrates era una armonía dórica[4]
que requería el “valor” indispensable para ser el “Parresiastés”[5]
que era requerido que fuera el ciudadano griego para poder participar en la
“Polis” (la ciudad). Ese valor y honor eran indispensables ya que dicha
congruencia había de ser probada cuando venía el riesgo que había que correr
por la defensa de la verdad.
El riesgo enfrentado por Sócrates fue una constante en su vida, pero
además fue subiendo de tono. Es decir que para poder ser franco con la gente y
poder comunicarle como él la percibía y como ella podía tomar la responsabilidad
de “cuidar de sí mismo” cada uno corrigiendo las incongruencias, sobre todo en
aspectos fundamentales de sus vidas, la gente se enojaba y enemistaba con él, y
a tal grado llegó el asunto que literalmente lo llevó a la sentencia de muerte,
y cuando su congruencia fue probada a tal grado, escogió a favor de la
congruencia y en contra de su propia vida, sellando con su muerte el testimonio
de toda una vida que luchó para el bien de los demás aunque ellos no lo
comprendieran así.
Esta congruencia, libertad y franqueza de Sócrates tuvo repercusiones en
muchos ámbitos de la convivencia griega de aquella época, desde la
confrontación personal que cada conocido de Sócrates tuvo que hacer de sí mismo
entre su lógos y su bios, es decir entre su palabra y su vida al entrar en
diálogo con él, hasta la parresía política que era una congruencia exigida
entre el lógos y el nómos de la ley, es decir hacer que la ley coincidiera con
la verdad; al campo de la retórica lo desafió a vigilar que el énfasis en la forma
y en la belleza externa del discurso no le hiciera perder la verdad, a la
filosofía la retó a nunca perder la humildad de la perspectiva de la infinitud
de la verdad y las limitantes de la percepción de ella.
En la modernidad, cito a Foucault para darnos una idea de algunas de las
implicaciones de la parresía en nuestros días: “…estas nuevas prácticas
parresiásticas suponen un complejo grupo de conexiones entre el sí mismo y la
verdad. [6]
¿Será que los desafíos que Sócrates nos plantea en la actualidad son
innumerables? ¿Será que existe incongruencia en muchas esferas, disciplinas,
posturas y actividades de la época actual como en la perorata del discurso
político, religioso, mediático, educativo, el sobre énfasis en la formalidad,
el trámite, la burocracia, el rito, la ceremonia, el parloteo leguleyo del
abogado y el juez que cree que con que haya legalidad ya no tiene que haber
justicia, el miedo a presentar posturas alternativas para que el alumno decida
que pensar y que creer, la presentación de la verdad inacabada con una actitud
absoluta, (que toma forma casi de dogma), de nuestros sistemas educativos,
etc., etc.?
¿Será que nuestra época necesita muchos más Sócrates que no tengan
mutilada la Filosofía del aspecto metafísico, que sean verdaderos “parresiastés”
de la problemática actual, “básanos”, piedras de toque que muestren si de veras
es oro lo que se presenta como tal?
Alvaro Fernández Sánchez
23 de Julio de 2016
[1] Apología de Sócrates, traducción de Julio Calonge
[2] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía”
pp. 133-4
[3] Ibíd.
[4] De las cuatro clases de armonía griega era la que requería valor.
[5] La “parresía” era esa cualidad de la congruencia del habla con la
autenticidad y sinceridad de una vida que tenía un basamento moral probado por
la comunidad.
[6] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía”
pp. 143
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