lunes, 1 de agosto de 2016

Sócrates, Piedra de Toque

La Apología de Sócrates[1] es un cuadro conmovedor que revela la sólida fundamentación y congruencia en la vida del famoso filósofo, que Foucault destaca desde el texto griego en la palabra “básanos” o “piedra de toque”… (piedra negra que se utiliza para probar la autenticidad del oro examinando la línea dejada sobre la piedra cuando es tocada por el oro en cuestión), que pone a prueba el grado de acuerdo entre la vida de una persona y su principio de inteligibilidad o “logos”. [2]
Dicha postura en la vida revelaba inmediatamente “la naturaleza de la relación entre logos y bios de aquellos que entran en contacto con él”[3]. Congruencia de lo interior con lo exterior.
Menciona Foucault que los griegos llamaban “Mousikos anér” o persona fiel a su inspiración (musas) a la persona que lograba armonizar su interioridad con su exterioridad y el caso de Sócrates era una armonía dórica[4] que requería el “valor” indispensable para ser el “Parresiastés”[5] que era requerido que fuera el ciudadano griego para poder participar en la “Polis” (la ciudad). Ese valor y honor eran indispensables ya que dicha congruencia había de ser probada cuando venía el riesgo que había que correr por la defensa de la verdad.
El riesgo enfrentado por Sócrates fue una constante en su vida, pero además fue subiendo de tono. Es decir que para poder ser franco con la gente y poder comunicarle como él la percibía y como ella podía tomar la responsabilidad de “cuidar de sí mismo” cada uno corrigiendo las incongruencias, sobre todo en aspectos fundamentales de sus vidas, la gente se enojaba y enemistaba con él, y a tal grado llegó el asunto que literalmente lo llevó a la sentencia de muerte, y cuando su congruencia fue probada a tal grado, escogió a favor de la congruencia y en contra de su propia vida, sellando con su muerte el testimonio de toda una vida que luchó para el bien de los demás aunque ellos no lo comprendieran así.
Esta congruencia, libertad y franqueza de Sócrates tuvo repercusiones en muchos ámbitos de la convivencia griega de aquella época, desde la confrontación personal que cada conocido de Sócrates tuvo que hacer de sí mismo entre su lógos y su bios, es decir entre su palabra y su vida al entrar en diálogo con él, hasta la parresía política que era una congruencia exigida entre el lógos y el nómos de la ley, es decir hacer que la ley coincidiera con la verdad; al campo de la retórica lo desafió a vigilar que el énfasis en la forma y en la belleza externa del discurso no le hiciera perder la verdad, a la filosofía la retó a nunca perder la humildad de la perspectiva de la infinitud de la verdad y las limitantes de la percepción de ella.
En la modernidad, cito a Foucault para darnos una idea de algunas de las implicaciones de la parresía en nuestros días: “…estas nuevas prácticas parresiásticas suponen un complejo grupo de conexiones entre el sí mismo y la verdad. [6]
¿Será que los desafíos que Sócrates nos plantea en la actualidad son innumerables? ¿Será que existe incongruencia en muchas esferas, disciplinas, posturas y actividades de la época actual como en la perorata del discurso político, religioso, mediático, educativo, el sobre énfasis en la formalidad, el trámite, la burocracia, el rito, la ceremonia, el parloteo leguleyo del abogado y el juez que cree que con que haya legalidad ya no tiene que haber justicia, el miedo a presentar posturas alternativas para que el alumno decida que pensar y que creer, la presentación de la verdad inacabada con una actitud absoluta, (que toma forma casi de dogma), de nuestros sistemas educativos, etc., etc.?
¿Será que nuestra época necesita muchos más Sócrates que no tengan mutilada la Filosofía del aspecto metafísico, que sean verdaderos “parresiastés” de la problemática actual, “básanos”, piedras de toque que muestren si de veras es oro lo que se presenta como tal?
 Alvaro Fernández Sánchez
23 de Julio de 2016





[1] Apología de Sócrates, traducción de Julio Calonge
[2] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía” pp. 133-4
[3] Ibíd.
[4] De las cuatro clases de armonía griega era la que requería valor.
[5] La “parresía” era esa cualidad de la congruencia del habla con la autenticidad y sinceridad de una vida que tenía un basamento moral probado por la comunidad.
[6] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía” pp. 143

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