miércoles, 6 de julio de 2016

2a. Apología de Sócrates

… “Estoy convencido de que a nadie perjudico voluntariamente. Pero también veo que no consigo convenceros… ¿qué tengo que temer? Pagar una multa, he dicho ya que carezco de recursos, y que, por lo tanto, no podría satisfacerla… mis conciudadanos, no habéis podido soportar mis consejos y mis propósitos; si de tal modo os han importunado e irritado que procuráis por los medios que están a vuestro alcance liberaros de ello.
¡Y qué vergüenza, y qué miseria para un hombre de mi edad el dejar mi patria para ir sin cesar de una en otra ciudad siendo arrojado de todas partes!
Porque estoy seguro de que allí donde fuese, los jóvenes vendrían a escucharme, como aquí.
Y claro que a más de uno se le ocurriría decirme: “Pero Sócrates, ¿es que no puedes librarnos de tu presencia retirándote a vivir tranquilo y sin meterte en discutir como acostumbras?” ¡Ah!, precisamente esto es lo que me sería más difícil de haceros comprender a muchos de vosotros.
Claro, que, si tuviese dinero, ofrecería pagar lo que me fuese fácil cumplir, pues esto en nada me perjudicaría. Pero qué hemos de hacerle si no lo tengo. A no ser que consintáis en reducir esta multa a mis posibilidades.”[1]





[1] P.21-23 Los Diálogos de Platón, Edit. Época S.A. de C.V.      

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