4. Conclusiones:
Los filósofos y educadores mexicanos y latinoamericanos
han de dejar los pozos, las burlas, el segundo plano y tomar la responsabilidad
de la mayoría de edad, exhorto de la Ilustración[1] que
ha sido olvidado; despertar de este aturdimiento y reponerse de este marasmo
que les ha acontecido. Necesitan regresar a lo básico, a lo fundamental, pero
ya con las lecciones aprendidas de los excesos del pasado.
Retomar la educación de base filosófica que era la paideia,
participar en la politeia recuperando la integralidad para que empiece a
tener sentido la integridad, dejar de disociarse de sus componentes internos,
dejar de percibirse desde perspectivas ajenas, ya no perderse en las
particularidades de sus compañeras las ciencias, ni tampoco querer dominarlas
como a inferiores como sucediera antaño, sino servirlas con lo que puede dar:
propósito, congruencia, cohesión, finalidad, principio y principios, ética y
belleza, explicación profunda de sus tendencias para ampliar el marco
conceptual de sus decisiones y prevenir así errores de aplicación tan
irracionales como la guerra, la
violencia, la inequidad y la iniquidad.
Aunque la
docencia es un loable camino para la filosofía hacia el cual aspirar, y con
mucho futuro, por estar allí las mentes frescas y nuevas que gobernarán el país
dentro de poco, creo que no debe ser el único camino laboral para el filósofo.
También la investigación filosófica es encomiable y
debido a ella los nuevos retos pueden analizarse con seriedad, pero un reto en
puerta sería sacar de las aulas universitarias las tesis archivadas con las
investigaciones que sean pertinentes y buscar su implementación, y otro rebasar
los monopolios de investigaciones intrascendentes.
Espero el día cuando los pensadores del juicio recto,
de las causas reales, del sentido y la finalidad, de la prudencia (phrónesis),
que son los filósofos, ocupen el Senado a favor del pueblo, aconsejen a la
Suprema Corte de Justicia, tengan voz y voto en el rediseño del sistema
educativo en el país, escriban los artículos editoriales de los principales
diarios, sean los comentaristas frecuentes de los principales medios de difusión,
el equipo consultor que aconseje a los medios qué publicar y cómo, para no
perder el rumbo de la justicia social ni el del bien común en la nación, y ya no
se dejen utilizar para enajenar, sino para concienciar; el día cuando los
filósofos sean embajadores, dignos representantes del país en el extranjero.
Que las letras mexicanas se llenen de filosofía, que
el arte vuelva a la razón, y la razón al arte, y no se tenga que entretener
para subsistir, sino que haya lo suficiente para regresar a la verdadera
creatividad, que no es otra cosa que la poiesis, es decir la poesía, a
la verdadera sxolé es decir a la escuela, al tiempo libre y creativo que
en el griego son la misma palabra.
Si no como gobernante directamente, sí el filósofo
debería ser tomado en cuenta como consejero presidencial o gubernamental, y
crearse puestos para ello en el país, en lugar de tirar la plata en diputados y
senadores que cobran millonadas por dormir; ---creo que el país sería altamente
beneficiado.
Aún en el ámbito de la educación, creo yo que la filosofía debía
introducirse desde la primaria al igual que los idiomas antiguos en que ha sido
escrita a través de las épocas, e ir gradualmente integrándola en el plan de
estudio de las secundarias y preparatorias para que la educación recupere la
sal del sentido y la alegría de aprender encienda la antorcha de la ilustración
que, por la forma como son tratados los maestros,
no estoy tan seguro de que ya haya llegado a nuestro país, al menos no
en el aspecto de la responsabilidad y la mayoría de edad de las que hablaba
Kant, y que ya mencionamos.[2]
Creemos urgente la revaloración de las humanidades
dentro y fuera de la academia, especialmente la filosofía. Un llamado al
cuestionamiento y a la autocrítica de la filosofía actual para asegurarnos que
no se haya convertido ya en un dogma irrevisable e infalible, como ha solido
suceder en diferentes momentos de la historia no solo con la teología sino con
diferentes disciplinas, y una autovaloración sensata del filósofo mexicano que
le ayude a recuperar el filosofar y dejar de ser mero repetidor de autores
europeos o traductor de sus libros.
Es decir: recuperar el “amor a la sabiduría” que fue
como los antiguos definieran la filosofía.
1. BIBLIOGRAFIA
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