2. ¿Es realmente un problema la devaluación
actual de la filosofía?
El hecho de que en nuestra época predominen lo
automático y lo externo, tiende a restarle importancia a disciplinas profundas,
como la filosofía. que estudia las raíces de los saberes, tendencias y
conexiones del pensamiento.
Dichas influencias externas también inciden en el
ánimo de los mismos filósofos, ya que como no hay la valoración adecuada de su
disciplina, en la misma escala se tasa económicamente la remuneración de ellos,
y por lo mismo, éstos tienden o a adaptarse al sistema para poder suplir sus
necesidades básicas, o al menos a dejar lo crítico de su oficio a un lado para
no perder aceptación o prestigio, convirtiéndose en meros repetidores de lo ya
pensado en otras latitudes, evadiendo, condenando y/o descalificando la
sabiduría práctica (phronesis), la práctica coherente con lo pensado y
concluido, (praxis) y la coherencia de la interioridad con la
exterioridad (parresía), que pudiera poner en riesgo o incomodar su status
quo.
Privan así al pueblo del beneficio que la contundencia del filósofo traería
en forma de cambios sustanciales a la sociedad en que vivimos, como lo vimos
con Quetzalcóatl, Netzahualcóyotl, Vasconcelos y los griegos.
Esta dinámica deja
un vacío que acarrea consecuencias de desequilibrio colectivo de manera que las
más populares reflexiones filosóficas las tienen que hacer otras disciplinas
como la lingüística, la historiografía, la psicología, etc., y por lo mismo
dejan la marca de sus limitantes particularidades respectivas en la percepción
filosófica moderna cayendo en exageraciones como el decidir encerrar el
universo[1]
filosófico en una glosa o una pulsación nerviosa, el literalismo[2], el
historicismo, el fanatismo o fundamentalismo no sólo religiosos, el echarle la
culpa de todos los excesos del comportamiento humano a las glándulas; y desde allí
concluir que ya no hay finalidad, principio ni sentido en lo que existe por el
sólo hecho de que se ha descubierto una razón egoísta
en la base de la cosmovisión civilizatoria de occidente.[3]
Pero ¿será sensato concluir que
porque las cosas no existen para el ser humano como se pensó por siglos, han,
por esa razón, perdido todo propósito, sentido y finalidad?
Como es la filosofía una ciencia libre según
Aristóteles[4],
que no podemos controlar ni ajustar ni utilizar para suplir nuestras
necesidades físicas elementales, tendemos a descartarla. Pero ese “saber por el
solo gusto de saber”[5], cuando
se le atiende, genera cambios sustanciales que siguen marcando las pautas de
las épocas.
En la actualidad, en la que la valoración del ser
humano ha sido reducida a lo que produce, a lo que tiene, o a lo que hace, al
dejarse menospreciar por los regímenes que lo han despersonalizado, convertido
en máquina, automatizado y reducido aún a mero desperdicio cuando ya no funciona,
es cuando la filosofía debiera visualizarse como una de las más necesarias
disciplinas, antes que todas las universidades opten por convertirse en
“universidades tecnológicas” y se extinga esta veta de oro, o quede sepultada
irremediablemente.
Además, hay asuntos inquietantes que son las opiniones
burlescas y limitantes impuestas por otras disciplinas acerca de la filosofía,
que, como la esclava Tracia a Tales de Mileto, siguen viéndola como algo menospreciable.
Cito:
“Cómo, oh Teodoro, se dice que una aguda y
graciosa esclava tracia se burló de Tales, porque, mientras observaba las
estrellas y miraba hacia arriba se cayó en un pozo; ávido por observar las
cosas del cielo, le pasaban desapercibidas las que estaban detrás de él y
delante de sus pies”.[6]
Desde el campo de la educación algunos académicos
opinan lo siguiente:
·
“La filosofía, como tal es un parásito de
la teoría”[7]
·
“La tarea del filósofo es terapéutica; no
consiste en resolver los problemas, sino en demostrar que lo que se había
tomado como problema de ninguna manera lo es. […] Por tanto, el filósofo puede
encontrar ocupación al tratar estos problemas tradicionalmente como filosóficos
[…] la filosofía continuaría existiendo, pero sólo devorando su capital de
errores pasados; no tendría nada positivo que contribuir […] la filosofía, en
su calidad de disciplina secundaria, se interesa no en el objeto de
conocimiento de las disciplinas de primer orden, sino en el medio por el que se conducen; esto es, en el discurso que les es peculiar”.[8]
·
Dice Nicolás Abbagnano en el prefacio a la
1ª. edición italiana de su libro Historia de la Filosofía:[9]
“Todavía subsiste hoy el prejuicio de que la filosofía se afana en torno a
problemas que no tienen la más mínima relación con la existencia humana, y de
que se mantiene encerrada en una esfera lejana e inaccesible a la que no llegan
las aspiraciones ni las necesidades de los hombres”.[10]
“Y junto a este prejuicio está el otro de
que la historia de la filosofía es un panorama desconcertante de opiniones que
se amontonan y se contraponen, privadas de un hilo conductor que sirva de
orientación para los problemas de la vida”.[11]
[1]
En
referencia a los constituyentes básicos de la filosofía: metáfísica, ética,
estética, epistemología, lógica.
[2] Todos los “ismos” aquí mencionados representan exageraciones.
[3] Spinoza,
Baruch de, “Apéndice del libro I” en Ética demostrada según el orden
geométrico, [Intro., trad. y notas de Vidal Peña], Ediciones Orbis, S.A.,
España, 1980, [s.p]. http://www.unclick.com.ar/libros_sociales2.htm.
[4]
Op. Cit., Aristóteles, p.29.
[5] la
etimología de la palabra filosofía viene de la palabra griega philos=amor,
que a su vez podría provenir de la indoeuropea bhlili=armonía, amor y shophos
griego de una raíz egipcia que significa aprender. Parafraseado de “Filosofía”
en Etimologías de Chile. Net, miércoles, 1 de
febrero de 2017, http://etimologias.dechile.net/?filosofi.a
[6] “72 Platón,
Teeteto 174 A”. en Ibid. p.91.
[7] Moore, T.
W., Filosofía de la Educación, [Trad. Francisco Cabrera Ramos], 2ª. ed.,
2ª reimp., México, Trillas, 2009, p.16.
[8] Langford,
Glenn, Filosofía y Educación, [Trad. Dra. Rufina Bórquez], Publicaciones
Cultural S.A., México, 1976, pp. 19-21.
[9] “Prefacio
a la primera edición italiana” en Abbagnano, Nicolás, Historia de la
Filosofía, Volumen I, [Trad.de Juan Estelrich y J. Pérez Ballestar], 4ª.
ed., 5ª reimp., Hora S.A., Barcelona, 1994. P. 5
[11]
Idem.
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