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“…cómo se equivoca el
que da el nombre de amor a lo que es ligera condescendencia, da el nombre de
amor a lo que no es sino depravada blandenguería, o unión dañina, o conducta
vanidosa, o vinculaciones del enfermo de sí, o sobornos del lisonjeo, o
pareceres del instante, o relaciones de la temporalidad.”[1]
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