“El prójimo es lo equitativo. El prójimo no es el amado por quien tienes
predilección apasionada, ni tampoco es el amigo por quien tienes predilección
apasionada. El prójimo tampoco es, en el caso de que tú mismo seas alguien
cultivado, el cultivado, con el que te igualas por la cultura, pues con el
prójimo tienes la igualdad del ser humano ante Dios. El prójimo tampoco es uno
más distinguido que tú, es decir, no es el prójimo en cuanto más distinguido
que tú, pues amarlo en calidad de más distinguido puede muy fácilmente ser
predilección y, en consecuencia, amor de sí. El prójimo tampoco es uno inferior
a ti, es decir, que en cuanto inferior a ti no es el prójimo, pues amar a uno
en calidad de inferior a ti puede muy fácilmente ser condescendencia de la
predilección y, por tanto, amor de sí. No; amar al prójimo es equidad. Resulta
alentador que en tu relación con el distinguido hayas de amar en él a tu
prójimo; es humillante que en tu relación con el inferior no tengas que amar en
él al inferior, sino que hayas de amar al prójimo; es salvífico si lo haces,
puesto que has de hacerlo. El prójimo es cada ser humano; ya que en la diversidad
no es tu prójimo, ni tampoco en la igualdad contigo dentro de la diversidad con
respecto a otros seres humanos. Es tu prójimo en la igualdad contigo ante Dios.
Mas esta igualdad la tiene incondicionalmente cada ser humano y la tiene de
manera incondicional.”[1]
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