“A saber, el amor al prójimo posee las perfecciones de la eternidad.
¿Acaso es una perfección del amor el que su objeto sea lo excelente, lo fuera
de serie, lo único? Yo pensaba que eso era una perfección del objeto, y esta
perfección del objeto, como una sutil sospecha en contra de la perfección del
amor. ¿Acaso es una peculiaridad excelente de tu amor el que sólo pueda amar lo
extraordinario y lo poco frecuente? Yo creía que era un mérito de lo
extraordinario y de lo poco frecuente lo que hacía que ellos fueran lo extraordinario y lo poco frecuente, pero no del amor. ¿O no eres
también de la misma opinión? Pues no has meditado nunca en el amor de Dios;
porque si amar lo extraordinario fuera mérito del amor mismo, entonces,
atreviéndome a hablar así, Dios estaría en un aprieto, ya que para él no existe
lo extraordinario en absoluto. Por tanto, el mérito de que sólo se pueda amar
lo extraordinario representa más bien una acusación no contra lo
extraordinario, ni tampoco contra el amor, sino contra aquel amor que sólo
puede amar lo extraordinario. O ¿acaso es un mérito de la cuidada salud de un
ser humano el que éste sólo se sienta a gusto en un único lugar del mundo,
rodeado de todo favor? ¿Qué es lo que alabas cuando ves a un ser humano que se
ha organizado así la vida? Desde luego que alabas las comodidades de la
disposición. Pero ¿no te has fijado en que, verdaderamente, cada palabra de tu
panegírico acerca de este esplendor realmente suena a burla al referirse a ese
pobre diablo, que sólo puede vivir en este magnífico entorno? Por tanto, la
perfección del objeto no es la perfección del amor. Y precisamente porque el
prójimo no tiene ninguna de esas perfecciones que el amado, el amigo, el
admirado, el cultivado, el poco frecuente y el extraordinario, tienen en tan
alto grado, precisamente por eso el amor al prójimo tiene todas las
perfecciones que el amor al amado, al amigo, al cultivado, al admirado, al poco
frecuente y al extraordinario no tiene. Que el mundo discuta entonces todo lo
que quiera acerca de cuál es el objeto más perfecto del amor: jamás puede haber
discusión acerca de esto: que el amor al prójimo es el amor más perfecto. Todo
otro amor tiene, en consecuencia, la siguiente imperfección: que surgen dos
cuestiones y con ello también una cierta falsedad. Surge primeramente la
cuestión acerca del objeto y a continuación, la cuestión acerca del amor, es
decir, que surge la cuestión tanto acerca del objeto como del amor. En cambio,
con respecto al amor al prójimo surge sólo una cuestión, acerca del amor, y la
eternidad no tiene más que una respuesta, la del amor; ya que este amor al
prójimo no se relaciona como una especie con las demás especies de amor. La
pasión amorosa se determina por el objeto, la amistad se determina por el
objeto; sólo el amor al prójimo se determina por el amor. Es decir, porque el
prójimo es cada ser humano, incondicionalmente cada ser humano, entonces toda
diversidad queda eliminada del objeto, y por eso cabalmente es cognoscible este amor en que su
objeto está libre de toda determinación más detallada por parte de la
diversidad, lo cual quiere decir que este amor solamente se conoce por el amor.
¿No es ésta la perfección suprema?” [1]
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