sábado, 25 de junio de 2016

"La Diversidad de la Inferioridad" KIERKEGAARD

"Pensemos ahora en la diversidad de la inferioridad. Han pasado ya los tiempos en que, aquellos a quienes se llama los inferiores, no tenían representación alguna de sí mismos; o bien la representación de ser siervos, no meramente seres humanos de humilde condición, sino en realidad ni siquiera de seres humanos. Aquella salvaje rebelión y el espanto que siguió a aquel espanto, quizá hayan pasado también, ¿y acaso por eso la corrupción no podrá vivir oculta en un ser humano? Así, la inferioridad corrupta aleccionará al inferior para que, en el poderoso y el distinguido, en cualquiera que se encuentre favorecido por una preeminencia, vea a su enemigo. Pero esto significa precaución, puesto que estos enemigos todavía tienen tanto poder que fácilmente podría resultar peligroso el romper con ellos. Por eso la corrupción no enseñará al inferior a rebelarse, ni tampoco a negar toda deferencia, ni tampoco a que deje manifestarse el secreto; sino que le enseñará que hay que hacerlo y, sin embargo, no hacerlo; hacerlo, pero de tal manera que el poderoso no obtenga contento alguno por ello, sin que con todo pueda decir que se le niega. Por eso en el mismo homenaje ha de haber una porfía maliciosa, capaz de amargar ocultamente; una mala gana, que de manera oculta dice no a lo que la boca reconoce; como una inso- noridad de la envidia recalcitrante en el júbilo que honra al poderoso. No ha de emplearse fuerza alguna, podría ser peligroso; no ha de llegar ruptura alguna, podría ser peligroso; basta con el secreto de una oculta exasperación, un abatimiento penoso lejanamente vislumbrado, para hacer del poder y el honor y la excelencia una molestia para el poderoso, el glorioso y el excelente, quien, sin embargo, no podría encontrar nada concreto de lo que quejarse; pues ahí precisamente pinchan el arte y el secreto. Y si hubiera un inferior en cuyo corazón no entrara el secreto de esta envidia y tampoco permitiera que la corrupción le dominara desde fuera; un inferior que, sin cobarde sumisión, sin temor a los seres humanos, modestamente y, sobre todo, con alegría, diera a cada preeminencia de la vida terrena lo que es suyo, más feliz y dichoso dando de lo que quizá lo esté en muchas ocasiones o pueda estarlo el que va a recibir, en ese caso también aquel habría de descubrir ese doble peligro. Sus iguales probablemente lo rechazarían como a un traidor, lo menospreciarían por su mentalidad servil, ay, y los favorecidos tal vez lo malentenderían y se mofarían de él como de un arrimado. Y así como en el caso anterior hubo de estimarse que era demasiado bajo para el distinguido amar al prójimo, así ahora quizá hubiera de estimarse que es demasiado presuntuoso para el de condición humilde amar al prójimo. Tan arriesgado es querer amar al prójimo. Porque en el mundo hay la suficiente diversidad: dentro de la temporalidad se encuentra diversidad por todas partes, que no es cabalmente otra cosa que lo diverso, lo vario. Quizá también un ser humano, precisamente en virtud de su diversidad, podría lograr entenderse tan bien con todas las diversidades en un convenio favorable y dócil, que rebajara un poco de un sitio para exigir un poco de otro sitio. Pero la equidad de la eternidad de querer amar al prójimo es algo que parece al mismo tiempo muy poco y demasiado, y por eso mismo es como si este amor al prójimo no encajara exactamente en las circunstancias de la vida terrena."[1]




[1] Pags. 107-109 Las Obras del Amor, KIEKEGAARD, Sören. Ediciones Sígueme

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