martes, 21 de junio de 2016

"Como una oveja perdida entre lobos impetuosos" S.Kierkegaard.

“El cristianismo deja que subsistan todas las diversidades de la vida terrena, pero precisamente en el mandamiento del amor, en el hecho de amar al prójimo, está contenida esa equidad del elevarse por encima de las diferencias terrenas. Y puesto que esto es así, porque el inferior tan completamente como el distinguido y poderoso, porque cada ser humano de un modo distinto, puede perder su alma al no querer, cristianamente, elevarse por encima de la diversidad de la vida terrena, ay, y porque ello le sucede de ambas y de las más diversas maneras, por eso el querer amar al prójimo está con frecuencia expuesto a un doble e incluso múltiple peligro. Todo el que desesperadamente se haya aferrado a una u otra de las diversidades de la vida terrena, de manera que tenga su vida en ella y no en Dios, exige también de los que pertenecen a la misma diversidad que se mantengan unidos con él no en el bien (pues el bien no forma unión alguna, no junta ni a dos, ni a cien, ni a todos los seres humanos en unión), sino en una unión impía contra lo general-humano. Ese desesperado llamará traición a pretender tener comunidad con los otros, con todos los seres humanos. Por otro lado, estos otros seres humanos están a su vez diferenciados en otras diversidades de la temporalidad, y por eso malentenderán quizá el hecho de que alguien que no perteneciera a su diversidad quisiera estar con ellos. Pues, en relación con las diversidades de la vida terrena, se da el malentendido, y de una manera bastante extraña, al mismo tiempo discordia y concordia: el uno quiere suprimir una determinada diversidad, pero poniendo otra en su lugar. Claro que diversidad, como dice la palabra, puede significar lo más diverso, lo más diverso de todo; pero quienquiera que luche contra la diversidad de este modo, queriendo suprimir una determinada y tener otra en su lugar, no hará más que combatir en favor de la diversidad. Así las cosas, quien quiera amar al prójimo, quien, en consecuencia, no se preocupe de lograr suprimir esta o aquella diversidad, ni de lograr mundanamente suprimir todas, sino de penetrar piadosamente su diversidad con la idea salvífica de la equidad cristiana, ese será tenido fácilmente como uno que no encaja aquí en la vida terrena, ni siquiera en la presunta cristiandad; será fácilmente expuesto a los ataques desde todos los ángulos; será fácilmente como una oveja perdida entre lobos impetuosos. Dondequiera que mire, tropieza naturalmente con las diversidades (pues, según se dijo, ningún ser humano es el puro ser humano, sino que el cristiano se eleva por encima de las diversidades); y aquellos que mundanamente se han aferrado con firmeza a una diversidad temporal, sea esta la que sea, son como lobos impetuosos.”[1]



[1] Pags. 99-101 Las Obras del Amor. Ediciones Sígueme

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