viernes, 17 de junio de 2016

“El amor al prójimo contiene las perfecciones de la eternidad". KIERKEGAARD

“El amor al prójimo contiene las perfecciones de la eternidad. De ahí viene, quizá, el que alguna vez él parezca no encajar en las circunstancias de la vida terrena, en la diversidad temporal de lo mundano, el que tan fácilmente sea poco estimado y expuesto al odio, y el que en cualquier caso resulte muy ingrato amar al prójimo. Incluso aquel que de ordinario no está inclinado a ensalzar a Dios y al cristianismo, lo hace, sin embargo, cuando medita con escalofríos en lo espantoso del modo como se operaba la diversidad de la vida terrena en el paganismo, o como la división de castas separaba inhumanamente al ser humano del ser humano; cómo esta impiedad enseñaba inhumanamente a un ser humano a renegar del parentesco con otro, le enseñaba descarada e insensatamente a afirmar, acerca del otro ser humano, que no existía, que era un «no-nacido». En este caso, incluso él ensalza el cristianismo, que ha salvado a los seres humanos de la desgracia, inculcando de un modo profundo y eternamente inolvidable el parentesco entre ser humano y ser humano, porque el parentesco está asegurado al tener cada individuo idéntico parentesco y relación con Dios en Cristo; porque la doctrina cristiana se dirige por igual a cada individuo, enseñándole que Dios lo ha creado y que Cristo lo ha redimido; porque la doctrina cristiana llama a cada ser humano aparte, diciéndole: «Cierra tu puerta y ora a Dios, y así tendrás lo supremo que un ser humano puede tener; ama a tu Redentor, y así tendrás todo tanto en la vida como en la muerte, y así deja en paz las diversidades, que no resuelven nada». Y ¿acaso aquel que desde la cima de la montaña contempla las nubes a sus pies será perturbado por esta contemplación, le perturbará la tempestad que brama allí abajo en los parajes poco elevados de la tierra? Pues así de elevado ha instalado el cristianismo a cada uno, a cada uno incondicionalmente, pues para Cristo, lo mismo que para la providencia divina, no se da ningún número, ninguna masa, los incontables son contados, para él son puros individuos; así de elevado ha instalado el cristianismo a cada uno de los seres humanos, para que nadie estropee su alma engriéndose o gimiendo bajo la diversidad de la vida terrena. Pues el cristianismo no ha quitado las diversidades, de la misma manera que Cristo mismo tampoco quiso, ni quiso rogárselo a Dios, retirar a los discípulos del mundo, cosa que vuelve a ser uno y lo mismo. Por eso en el cristianismo, lo mismo que tampoco en el paganismo, jamás ha vivido ningún hombre que no haya estado vestido o revestido con la diversidad de la vida terrena; de la misma manera que el cristiano no vive ni puede vivir sin el cuerpo, así tampoco puede hacerlo sin la diversidad de la vida terrena y que pertenece particularmente a cada cual por nacimiento, por rango, por condición, por cultura, etc. Ninguno de nosotros es el puro ser humano. El cristianismo es demasiado serio como para decir disparates en torno al puro ser humano; él sólo quiere hacer puros a los seres humanos. El cristianismo no es ningún cuento de hadas, si bien la gloria que promete es más magnífica que toda la que posee el cuento de hadas; tampoco es una ingeniosa construcción intelectual, la cual resultaría difícil de entender y exigiría además una condición: una cabeza ociosa y un cerebro vacío.”[1]



[1] Pgs. 95-97

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