Hay veces que la metodología particular de alguna ciencia quiere
imponerse como criterio de validación de otra y al no dar esta última la medida del sistema de valoración de la primera, es descartada o menospreciada en base a ello. Cada
ciencia tiene su contexto, su metodología y su objeto de estudio particular. Si
en el camino pierde el sentido y la ubicación del campo de su observación
particular y mal aplica la experimentación analizando elementos ajenos a su
esfera de acción, se ha alejado de lo científico para entrar en la especulación,
pues utiliza anteojos ajenos a la materia que examina. Por ejemplo cuando trata
de encajonar la metafísica en un tubo de ensayo, la historia en una probeta o
la filosofía en un matraz, o bien se olvida que, aunque exactas las matemáticas
hasta donde se conocen, siempre conservarán el misterio de los números primos,
lo ilimitado de las secuencias de números tanto positivos como negativos, lo
que escondía y sigue escondiendo el sistema binario que tantas sorpresas nos
viene dando especialmente estos dos últimos siglos, y el mismo símbolo del
infinito que deja pasmado y sin el control de la exactitud visible al
observador… entonces es cuando el científico pierde su capacidad de asombro y
entra en el sistema que cree saberlo todo y se pone a etiquetar otros campos
que no le incumben y los clasifica con términos de su ciencia particular y los
subordina a su metodología perdiendo con ello su postura original que lo hizo
un verdadero científico observador y se convierte en alguien incapaz de aprender
más, pues tiene la sensación de ya haber llegado al conocimiento total, y entonces
empieza a imponer a los demás su sistema de etiquetas que todos deben creer,
los vela con términos altisonantes irreconocibles para el pueblo; y su teoría,
pues no está comprobada por la metodología de la disciplina que analiza, se
vuelve imposición y dogma, y mucho peor si se lo encuentra algún sistema educativo
caduco que ande por allí no hallando que enseñar, lo imprime en un libro obligatorio, y ya con
eso se les figura a todos que queda validado como verdad. Sin embargo eran
meras especulaciones, y él sin saberlo quizás y sin quererlo está transitando
desde ser un científico hasta el de un pseudocientífico, pues como llamar
verdadera ciencia a lo que acabamos de describir, porque la verdadera ciencia
es maravillosa, juiciosa, pertinente y acertada, además sencilla, conoce su lugar
y sabe que sólo es parte integrante de un todo del que sólo forma una
pequeñísima parte una vez ya enmarcada en el cuadro del conocimiento humano general
hasta ahora logrado, o ¿es que ya llegamos a la totalidad de lo que se puede
conocer? Quizás apenas estemos empezando, como lo sugiere la aceleración
tecnológica vertiginosa de los últimos años. No sé que grado de veracidad alcance mi observación, pero bien puede ser válida si muchos otros la han percibido así. (Alvaro Fernández S.)
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