lunes, 11 de enero de 2016

No Podemos Negar la Historia (Universal) en el Nombre de la Historia (Fragmentaria)



       Allí mismo surge el exégeta divorciado del hermeneuta que piensa que el Verbo sólo se encuentra en el texto y fuera de allí ya no hay lugar en la época moderna para que Jesucristo encarne en los procesos de interpretación actuales pues “no son canónicos”, decimos, y con esto se cierra la puerta a toda obra y matiz que el Espíritu Santo quiera hacer y dar a la verdad actual, sin salirse de lo Escrito, por supuesto. ¿No es este proceso descrito la negación misma de la encarnación del Verbo de Dios en la humanidad de nuestra época? Tal vez ricos en historia de los primeros siglos, pero pobres al negar los últimos 1800 años de la historia de la teología y la filosofía cristianas?

 ¿Cómo acallar los dolores de parto que soportó la humanidad a través de algunas de sus razas por todo este período tan largo para que la revelación de Jesucristo se contextualizara en las culturas griega, árabe, anglosajona, latina y relativas entre ellas la nuestra, para decir que no sucedió otra cosa que meras “especulaciones filosóficas” en el mal sentido de las palabras? 

¿Es eso creer que Jesucristo encarna o negarlo con la excusa de la historia “santa del primer siglo”? ¿Acaso no es el mismo Dios de nuestra época el que la santificó y el que santifica cualquier época y templo humanos donde Él encarna? No podemos en el nombre de la historia (fragmentaria) negar la historia (universal). Este sobre énfasis raya en el “historicismo” que de un tajo ha dejado al cristianismo podado de espiritualidad y entretenido con meras fechas y datos, privándolo de la ilación espiritual que le daría sentido real y contundencia. 

  En el nombre de la fidelidad a la época de Jesucristo según la carne se puede ser infiel a la encarnación del Hijo de Dios tanto siglos antes como después de esos días y esto nos lleva al segundo punto enunciado tanto en la introducción como en el título, a saber: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.” (Continará)

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