1. ¿Qué del docetismo moderno
que nos ha convencido que en el cristianismo basta con atender las necesidades
del espíritu qué es la parte buena, alimentándolo de “sola fide” mientras le
negamos al “perverso cuerpo” que haga “las obras” sociales, políticas,
económicas, que traerían justicia a este “malo” mundo, aunque “Dios las
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas?” [1] ¿No es eso la dicotomía del docetismo en vivo y un escapismo de la responsabilidad de participar activamente en la encarnación de Dios en nuestro entorno?
2. ¿Qué del fundamentalismo
que nos lleva a pensar que la letra de la Biblia es mágica y mucho más
importante que el Autor y nos priva de la realidad de que la Biblia es una
encarnación del Verbo en el estilo de los humanos escritores y olvidamos que
fue tradición oral por mucho tiempo antes de ser vertida en los pergaminos y
códices que conservamos, y a los cuáles ahora llamamos “sola Scriptura” negando
con ello, en nuestro extremismo, todo sentido común, contexto, estilo
literario, historia, teología, filosofía, antropología y tradición en los que
fue inmersa al encarnar, es decir todo el aspecto humano, cuando sólo se
trataba de priorizarla por encima de, y no de aislarla de lo humano, ni
descarnarla de su entorno dejando “sola la Scriptura”, de manera que
ahora es un elemento completamente extraño a la convivencia social humana. Además,
ahora ya no podemos leer ningún otro libro de ningún otro autor, aunque a veces
en forma casi irrisoria, nuestras decisiones muchas veces dependan del hombre
que dirige el rito religioso del día santo que celebramos cada semana, más que
de Dios mismo y de su Palabra escrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario