domingo, 21 de agosto de 2016

"La palabra es una distancia y a la vez una aproximación". Eduardo Nicol


"La palabra es una distancia y a la vez una aproximación. El logos humano tiende hacia la identidad pero la existencia se le ofrece como dinamicidad, como pluralidad"

martes, 9 de agosto de 2016

¿Podrá Quitarle lo Relativo de Nuestra Percepción lo Absoluto a la Verdad?



"Si  la verdad es absoluta, y  alguien cree comprenderla absolutamente, está acabado, ya nada se puede hacer y ni esperar de él; pero si alguien confunde lo relativo de su percepción de la verdad con lo absoluto de ella y la quiere enmarcar en su miopía, pues también generará falacias gestadas de premisas equivocadas, ¿no es así?".  El primer caso genera fanatismo, dogmatismo, cientificismo y otros "ismos", el segundo: relativismo, liberalismo, egoísmo y otros "sismos" creo yo". (Afs.2016)

miércoles, 3 de agosto de 2016

"Amar al Prójimo es un Trabajo Ingrato"

“Cuando te mantienes unido (ya que la unión no lo es del bien) a otros seres humanos, con un determinado rango, con una determinada condición de vida, o aunque sea meramente con tu esposa, entonces lo mundano constituye una tentación; y por más que ello no signifique gran cosa a tus ojos, te tienta proporcionalmente a la estima de la persona y quizás te tiente por su culpa. Pero cuando vas con Dios, solamente te mantienes unido a él, y en todo lo que tú entiendes sobreentiendes a Dios. Así descubres -habré de decir que para tu propio daño-, así descubres al prójimo; así Dios te obliga a que lo ames -habré de decir que, para tu propio daño, pues amar al prójimo es un trabajo ingrato-.”[1]




[1] Kierkegaard, Sören, Las Obras del Amor, Pp.105, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2006

martes, 2 de agosto de 2016

"Hitler no ha Hecho más que Darle un Rostro y un Nombre" Rougemont, Denis.

“...el movimiento que Hitler ha sabido inflamar en el siglo XX existía en potencia en el alma humana desde la formación de la primera sociedad; y existirá sin duda hasta el fin de la historia de nuestra estirpe. Hitler no ha hecho más que darle un rostro y un nombre... su obra de tentador ha consistido en privar a los individuos del sentimiento de responsabilidad moral, y por lo tanto del sentido de su culpabilidad. Fundiéndolos en una masa apasionada... suprime al Juez, suprime la culpa, les devuelve el estado de inocencia primera. Finalmente al condenar todo lo que es universal, o al menos supranacional... encierra a su pueblo en una autarquía sicológica... reduce a las masas a un estado de hipnosis... hasta la muerte, término ideal de toda pasión... Se trata pues de suprimir la idea del más allá, de la trascendencia, de integrar al propio Dios en la nación... estado totalitario... la comunidad espiritual no puede apelar a una instancia superior al Estado, porque él es quién la ha creado para sus fines... la religión política o política religiosa totalitaria ha creado el arquetipo de una comunidad regresiva, fundada en el pasado: la sangre, la raza, la tradición, los muertos... ni siquiera acepta conversiones."

“¡Vaya con Dios!”, Kierkegaard. ( No es tan sencillo).

“… Cuando se va con Dios… se ve uno obligado a ver, y a ver de una manera completamente particular. Cuando tú vas en compañía de Dios, entonces basta que veas a un solo desgraciado para que no puedas escapar a lo que el cristianismo quiere que comprendas: la igualdad humana. Ah, pero aquel que era mejor probablemente no habría osado arriesgarse a soportar esta caminata en compañía de Dios y a la impresión que produce, de manera que probablemente se sustraería, sin perjuicio de que aquella misma tarde, en aristocrática compañía, volviera a sustentar la concepción cristiana. Sí, es una marcha seria esa de ir con Dios (y sólo en tal compañía se descubre a “el prójimo”, pues Dios es la determinación inmediata) para llegar a conocer la vida y a uno mismo. Así pierden su esplendor mundano honor, poder y gloria; en compañía de Dios no podrás, mundanamente saborearlos”[1]





[1] Pag. 105 Las Obras del Amor

lunes, 1 de agosto de 2016

Sócrates, Piedra de Toque

La Apología de Sócrates[1] es un cuadro conmovedor que revela la sólida fundamentación y congruencia en la vida del famoso filósofo, que Foucault destaca desde el texto griego en la palabra “básanos” o “piedra de toque”… (piedra negra que se utiliza para probar la autenticidad del oro examinando la línea dejada sobre la piedra cuando es tocada por el oro en cuestión), que pone a prueba el grado de acuerdo entre la vida de una persona y su principio de inteligibilidad o “logos”. [2]
Dicha postura en la vida revelaba inmediatamente “la naturaleza de la relación entre logos y bios de aquellos que entran en contacto con él”[3]. Congruencia de lo interior con lo exterior.
Menciona Foucault que los griegos llamaban “Mousikos anér” o persona fiel a su inspiración (musas) a la persona que lograba armonizar su interioridad con su exterioridad y el caso de Sócrates era una armonía dórica[4] que requería el “valor” indispensable para ser el “Parresiastés”[5] que era requerido que fuera el ciudadano griego para poder participar en la “Polis” (la ciudad). Ese valor y honor eran indispensables ya que dicha congruencia había de ser probada cuando venía el riesgo que había que correr por la defensa de la verdad.
El riesgo enfrentado por Sócrates fue una constante en su vida, pero además fue subiendo de tono. Es decir que para poder ser franco con la gente y poder comunicarle como él la percibía y como ella podía tomar la responsabilidad de “cuidar de sí mismo” cada uno corrigiendo las incongruencias, sobre todo en aspectos fundamentales de sus vidas, la gente se enojaba y enemistaba con él, y a tal grado llegó el asunto que literalmente lo llevó a la sentencia de muerte, y cuando su congruencia fue probada a tal grado, escogió a favor de la congruencia y en contra de su propia vida, sellando con su muerte el testimonio de toda una vida que luchó para el bien de los demás aunque ellos no lo comprendieran así.
Esta congruencia, libertad y franqueza de Sócrates tuvo repercusiones en muchos ámbitos de la convivencia griega de aquella época, desde la confrontación personal que cada conocido de Sócrates tuvo que hacer de sí mismo entre su lógos y su bios, es decir entre su palabra y su vida al entrar en diálogo con él, hasta la parresía política que era una congruencia exigida entre el lógos y el nómos de la ley, es decir hacer que la ley coincidiera con la verdad; al campo de la retórica lo desafió a vigilar que el énfasis en la forma y en la belleza externa del discurso no le hiciera perder la verdad, a la filosofía la retó a nunca perder la humildad de la perspectiva de la infinitud de la verdad y las limitantes de la percepción de ella.
En la modernidad, cito a Foucault para darnos una idea de algunas de las implicaciones de la parresía en nuestros días: “…estas nuevas prácticas parresiásticas suponen un complejo grupo de conexiones entre el sí mismo y la verdad. [6]
¿Será que los desafíos que Sócrates nos plantea en la actualidad son innumerables? ¿Será que existe incongruencia en muchas esferas, disciplinas, posturas y actividades de la época actual como en la perorata del discurso político, religioso, mediático, educativo, el sobre énfasis en la formalidad, el trámite, la burocracia, el rito, la ceremonia, el parloteo leguleyo del abogado y el juez que cree que con que haya legalidad ya no tiene que haber justicia, el miedo a presentar posturas alternativas para que el alumno decida que pensar y que creer, la presentación de la verdad inacabada con una actitud absoluta, (que toma forma casi de dogma), de nuestros sistemas educativos, etc., etc.?
¿Será que nuestra época necesita muchos más Sócrates que no tengan mutilada la Filosofía del aspecto metafísico, que sean verdaderos “parresiastés” de la problemática actual, “básanos”, piedras de toque que muestren si de veras es oro lo que se presenta como tal?
 Alvaro Fernández Sánchez
23 de Julio de 2016





[1] Apología de Sócrates, traducción de Julio Calonge
[2] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía” pp. 133-4
[3] Ibíd.
[4] De las cuatro clases de armonía griega era la que requería valor.
[5] La “parresía” era esa cualidad de la congruencia del habla con la autenticidad y sinceridad de una vida que tenía un basamento moral probado por la comunidad.
[6] Foucault, Michel. El significado y la evolución de la palabra “Parresía” pp. 143